Adolescencia y alcohol: un consumo que alerta a especialistas y desafía a las familias
En Argentina, la venta de alcohol a menores de 18 años está prohibida por ley. Sin embargo, esta normativa no se respeta plenamente, y el consumo de bebidas alcohólicas en la adolescencia es cada vez más frecuente. En muchas ocasiones, representa un “ritual de iniciación” hacia una nueva etapa de la vida, aunque sus consecuencias pueden ser graves.
El Consumo Episódico Excesivo de Alcohol (CEEA), también conocido como «binge drinking», se ha convertido en una práctica común entre los adolescentes. Este fenómeno se caracteriza por la ingesta de grandes cantidades de alcohol en un corto período de tiempo, generalmente con el propósito de socializar y desinhibirse en eventos grupales como fiestas o salidas.
Fiestas y excesos: una combinación peligrosa
El último trimestre del año es un período especialmente crítico. Entre despedidas escolares, previas, viajes de egresados y fiestas de fin de año, los adolescentes encuentran múltiples ocasiones para cometer excesos. Aunque estas reuniones son vistas como una forma de socializar y relajarse, la falta de supervisión o una mala planificación puede derivar en situaciones riesgosas, desde intoxicaciones hasta episodios de violencia o accidentes.
Un informe reciente de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) advierte sobre el aumento del uso abusivo de alcohol, marihuana, bebidas energizantes y tabaco entre los adolescentes. Según la Encuesta Mundial de Salud Escolar (EMSE) de 2018, el 50% de los jóvenes de entre 13 y 17 años consumió alcohol en los últimos 30 días, siendo este porcentaje mayor en el grupo de 16 a 17 años (67,6%) que en el de 13 a 15 (47,7%).
Consecuencias a corto y largo plazo
“El cerebro de los adolescentes todavía está en desarrollo y no madura completamente hasta los 25 años. El alcohol interfiere en este proceso, afectando áreas críticas como la corteza prefrontal y el hipocampo, responsables del control de impulsos y la memoria”, explica el psicólogo de adolescentes Michael Carr-Gregg.
El doctor Mariano Díaz, médico pediatra especializado en toxicología, agrega que el consumo excesivo de alcohol también está vinculado a situaciones de abuso, violencia y riesgo de adquirir enfermedades de transmisión sexual. Además, en algunos casos se combina con el consumo de pastillas en prácticas conocidas como «jarra loca», lo que aumenta significativamente los riesgos. «El problema es que muchas veces no sabemos qué contiene esa mezcla, y los adolescentes pueden sufrir secuelas graves», advierte.
El rol de los adultos: guía y prevención
Ante este panorama, los expertos coinciden en que el acompañamiento de los adultos es crucial. «Es fundamental estar presentes, hablar con ellos, establecer límites y enseñarles sobre consumo responsable. Los adolescentes necesitan un marco de contención que comienza en casa», sostiene Díaz.
Desde la SAP, se señala que el consumo de alcohol en la adolescencia tiene un fuerte carácter social y simbólico, lo que lo hace especialmente difícil de erradicar. «El desafío es trabajar en la prevención mediante políticas de reducción de daños, educación y tratamiento. Es fundamental desnaturalizar la idea de que consumir alcohol es una parte normal de la adolescencia», concluye el informe.
Una responsabilidad compartida
Aunque las leyes prohíben la venta de alcohol a menores, su incumplimiento, sumado a la normalización cultural del consumo, crea un contexto complejo. Los especialistas insisten en que es necesario reforzar las políticas públicas y fomentar un cambio de actitud tanto en las familias como en la sociedad en general para proteger a los adolescentes.